domingo, 23 de septiembre de 2012

01

"Iba en pos a sumergirme en esta factoría de sueños que es la vida cuando me di cuenta del gran vacío que había en ese círculo purpúreo y violento, vacío de vicio. Realicé lo que me había propuesto, y caminé hacia mi agujero, porque en el fondo sabía que era allí donde debía consumirme. Y es que cuando algo pretende dar luz a oscuras en la tundra de la montaña no suele ser la cera de la vela la que falla, sino el aceite que la prende.

Y mi aceite era el colmo del líquido condensado en sí mismo. No había quién lo prendiese, y si, por mero azar lo hacía, no tardaba en subir el frío a la entrepierna y agazaparse. Sin embargo, aquella caída me sacó del ácido mío añejo para mostrarme la calvicie personificada.
¡Etérea! Era hermosa, aunque yo sabía que no tenía un pelo (siendo sarcásticos) de tonta. Es por eso que andé con cuidado, mas no pude evitar lustrarme con su presencia. Era tarde, ya me había atrapado."