sus piececillos resonaban a la vez que dejaban una huella viscosa de tierra sucia y migas de pan. Cual húmeda esponja en bañera ajena, las ventosas de sus dáctiles tardaban en escarcharse al plano suelo forrado en ceniza antigua, y, con temerosa vacilación en sus pasos, meneaba para un lado y para otro, los ojos como dos relojes de cuerda. Pequeño y orejudo, saludaba la mordaz trampa con un vahído de desenfreno. "¿Quién eres tú, maldita, para hacerme dudar de mi inconsistencia? ¿Acaso no soy sólo más que rata y hueso, y carne encerrada? ¿Acaso tú teniendo menos seso, tengo yo más ignorancia?" —decíase con aire socrático, mas solo llegaba a nerúdito avispado—. ¿Acaso no tengo razón de ser? Mírala, mírate, ni te da vergüenza corromperle, ¡ni le da a él! Sus ojuelos miraban, y comían y no podían por tener ésta llena de hiel helada y espumarajo verbal. Ni vio el queso encerrado en los brazos del amante, ni vio la soga al cuello de él. Su ávida y lujuriosa cabecilla acarició lentamente el suelo, tras el que se asomaba un precioso amanecer.
PD: Yo lo llamo pseudo-proesía
PD: Yo lo llamo pseudo-proesía
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